31 enero 2009

La verdad según Sofía (II)

La cama todavía huele a él. Su olor misterioso, ese perfume antiguo que se me quedó impregnado en las manos, en la nariz, en la lengua, en el coño, está en el colchón, en las almohadas, en las sábanas. No importa las veces que los he lavado. Cuando se ha amado a alguien, se lo ama toda la vida, de la misma forma que el dolor que alguien nos causa duele para siempre. No hay nada que hacer. En vano nos esforzamos en pasar página en el libro del desamor, en hacer el duelo, echando mano del sentido común y de los buenos consejos. No sirve de nada. Tampoco funcionan las estrategias racionales con que analizamos el fracaso de la relación, ni los libros de autoayuda, que tan de moda están. Nada. No hay nada con suficiente poder para mitigar el desgarro que se instala en las vísceras tras una ruptura. Los autoengaños balsámicos tan sólo ayudan a sobrevivir. No importa cuántas relaciones amorosas hayamos tenido ni por cuántas separaciones hayamos pasado, cada persona que nos da felicidad nos inocula la equivalente dosis de infelicidad. Esos sentimientos penetran en la memoria celular y nos acompañan hasta la muerte, aunque no lo queramos.

28 enero 2009

Lucio, o la pasión de Serena

El pobre Lucio no se entera. Lo que me fascina de él es que vive en otra esfera, en otra realidad. Y vive tan tranquilo. Las cosas que hace y que dice no dejan de sorprenderme, me descolocan siempre. Me gusta recibir su amor en estado puro aunque a veces lo mataría por lo mismo. Es un ingenuo. Una de esas personas que siguen creyendo en los sentimientos sinceros y auténticos, y en la capacidad de las personas de mejorar, de evolucionar. Llevo unos cuantos años asistiendo a talleres de crecimiento personal. Una amiga insistió en que probara uno de arte-terapia, pues aseguraba que me ayudaría a trabajar ciertos aspectos inconscientes de mi personalidad que luego podría canalizar a través de mi obra y que la mejorarían. Empecé con la esperanza de que así sería, muy entusiasmada. Y sí, algo salió de todo aquello. Pero otra de las cosas que hice durante las sesiones fue observar. Observar mucho. Escuchar y mirar atentamente a los demás que estaban allí, como yo, para trabajar su sufrimiento y aquellas partes de su personalidad con las que no estaban conformes. La gente cree que tiene la capacidad de cambiar si se lo propone, pero no es así. Esa es otra falsedad que nos quieren vender los que hacen negocio con nuestras almas a través de las terapias de todo tipo. Cada persona es la que es desde que nace hasta que muere. Si nace buena, peor para ella, porque sufrirá mucho. Y si el animal está dañado, también lo tiene jodido. Aquí no se salva nadie. Yo estoy dañada, y él también. Lucio va a sufrir, si es que no está sufriendo ya. Es inevitable. No sé qué habrá visto en mí. Lo más probable es que no me haya visto, no tiene ni idea de con quien vive, como le ocurre a la mayoría de la gente. Lo que sí sé es que no me quedaré mucho tiempo con él. Nadie aguanta a nadie por mucho tiempo.

22 enero 2009

Locuras

Barcelona no se ha movido, sigue estando en el mismo lugar, ocupando las mismas coordenadas. Es noche cerrada y el cielo está encapotado, nubes grises dominan la ciudad y sopla el viento a ráfagas, pero no llueve. El asfalto brilla bajo la luz de las farolas por la humedad que se impregna en todo, porque ésta es una ciudad de puerto y el mar se mete dentro. Merodea curioso por las callejas del centro por donde la gente va y viene, sube y baja por sus Ramblas siempre llenas, de estatuas en movimiento, de brujas que echan el tarot o leen la mano, de indios vendiendo trozos de plástico en el suelo, de flores sin olor y de kioscos de periódicos, de carteristas y de gente, siempre gente. Gente que viene y que va, que deja el tiempo fluir por su vida. Como Pecos, que estaba hoy sentado a la entrada del metro de Drassanes, con una joven perrita mil leches atada con una cadenita y que se llama Sofía, junto a un tipo bello de ojos grandes y perdidos que me sonreía con la cara sucia mientras bebía vino de un tetra-brik. Me ha gustado volver a verlo, la complicidad de su mirada y las cuatro palabras dichas. Me ha impresionado cómo acepta su vida. Va de la mano de una locura por no ir de la mano de otra. Y hay tantas...

07 enero 2009