31 octubre 2009

Destino

Una mañana se despertó y nada más abrir los ojos, aún en la cama, envuelto en el calor del sueño, se dio cuenta de que durante toda su vida había sentido malestar y que de eso había hecho una costumbre. O un vicio. De un pensamiento fue saltando a otro y de pronto entendió que ese dolor no sólo lo había sentido en su fuero interno, sino que lo había transmitido a los demás, especialmente a las personas más cercanas, a las más queridas. Cada vez que eso había sucedido algo le había dicho que no estaba bien, pero no hizo nada. No supo. No pudo. O no quiso. Se dejó llevar por sus demonios, sin más. Hizo daño a conciencia. Súbitamente sintió frío y un espasmo en el vientre lo lanzó al vacío. Se revolvió en las sábanas, se tapó la cabeza con el cobertor, cerró los ojos y deseó que se detuviera el tiempo. Ya nada podía cambiarse. No podía volver atrás, no iba a haber otra oportunidad. La vida no es como una cinta de vídeo, no se puede rebobinar. Abrió los ojos; empezaba un nuevo día. Hacía un tiempo había quitado los espejos de la casa. Eso ahora ya no le servía de nada, era demasiado tarde.

19 octubre 2009

El caso Millet...

... o el chiste del dentista: el paciente agarra por los testículos al odontólogo y le dice: "¿No nos haremos daño, verdad, doctor?"

18 octubre 2009

Argonautas

Y un alma
si quiere conocerse
en un alma
ha de mirarse:
al extranjero y al enemigo los vimos en el espejo.

Giorgos Seferis

01 octubre 2009

Cíes

Vigo es una ciudad fea. Desde dentro no te das cuenta, hay que cruzar la ría para verlo. Lo hacía a menudo. Bajaba al puerto y tomaba uno de los barcos que llevaban a Moaña, un pueblo del otro lado. Desde allí caminaba hasta la punta de El Con, una aldea, y me sentaba a fumar en el muelle y a mirar las chalanas y los barcos pesqueros. Las mujeres sacaban las redes, las dejaban secar al sol y las remendaban. Al ver las viejas de negro riguroso, por momentos tenía la sensación de transportarme al pasado. Desde lejos oía su lamento, triste y quejoso, sin esforzarme por entenderlo. Me bastaba la canción. Las algas y el lodo mezclaban sus olores en los días de marea baja. Nubes de gaviotas chillonas sobrevolaban las cabezas de los pescadores que limpiaban el pescado y lo metían en cestas de mimbre en los maleteros de los coches para llevarlos a vender al mercado. Las bateas brillaban negras bajo el sol y a lo lejos se divisaban las islas Cíes que, no sé por qué, se me antojaban como el paraíso en la Tierra. Nunca fui. Era mejor dejar las cosas así. En la imaginación nada se estropea. La realidad acaba siendo siempre una decepción.