04 octubre 2017

4-O

Desde hace un tiempo trabajo desde los centros cívicos de Barcelona. Tienen salas amplias, conexión a Internet, ambiente agradable. Hoy, en la mesa de al lado, se han sentado siete mujeres de unos ochenta años. Están esperando que empiece una actividad matinal en alguna sala de por aquí. Son muy guapas, todas ellas arregladas, animosas, contentas de reencontrarse, así lo expresan según van llegando. Seis de ellas hablan en catalán y una en español. Bueno, no exactamente, porque las catalanas cambian al español cuando se dirigen a la mujer española, van cambiando de un idioma a otro sin problema ni conflicto, según tercie la conversación. A veces empiezan una frase en un idioma y la terminan en otro. No se dan ni cuenta, se nota que llevan años conversando así. Se entienden. Se aprecian. Eso es lo que importa. Después de unos días tan tristes, oírlas charlar me anima. Ahora se han levantado y se marchan a su clase, disculpándose por haberme distraído (si ellas supieran lo benéficas que han sido...), y la que hablaba en español se ha girado y me ha dicho: "Adéu". Ojalá esto no se rompa. Ojalá no nos rompan. Ojalá no nos dejemos romper.