25 octubre 2011

Estulticia

La Barceloneta, 10 de la mañana, un tipo pegado a un teléfono móvil, refiriéndose a "la madre de mi hija":
- "Mira, la paseo por la calle arrástrándola del pelo y cuando venga la policía me da la risa, ¿oyes?"

10 septiembre 2011

El mar

Vi el mar pixelado en la pantalla. Recordé que allí fuera existía un mar lleno de peces, rocas y algas, en el que hacía una eternidad que no me bañaba.

13 julio 2011

Brangulí


Costureras, por Brangulí (1879-1945).

Igual ya no están y no tiene ninguna importancia.

22 junio 2011

Fin de curso

Quién pudiera volver a la sensación de tener tres meses de vacaciones por delante.

09 febrero 2011

Ni rastro

Hacía frío. Justo antes de salir de casa, se puso los guantes. Eran de cuero. Los de lana le daban dentera. Tenía tendencia a tener las manos y los pies fríos. Procuraba protegerlos y así sobrellevaba mejor el invierno. No le gustaba nada el invierno.
Otra de sus manías era dar un repaso de la casa antes de salir por la puerta. Ese día cumplió también con sus rutinas. Calzado, con el abrigo puesto, la bufanda al cuello, y enfundado en sus guantes de cuero viejo, se paseó por la casa. Las estufas apagadas. Las lámparas desenchufadas (la instalación eléctrica era de antes de la guerra). Las llaves de paso del gas y del agua cerradas. Las ventanas también. Las cartas apiladas sobre el escritorio. Volvió por el pasillo hasta el recibidor y, antes de abrir la puerta, se sintió un intruso en su propia casa. Como si escapara de aquel lugar sin dejar rastro, sin que nadie lo viera. Se sintió liberado, como si se quitara un gran peso de encima. Qué raro, pensó.
Accionó el picaporte, tiró de la puerta, y una bofetada de fritanga lo recibió en el descansillo. Su vecina era andaluza y le tenía sin cuidado el colesterol. Cerró deprisa tras de sí para que no se colara la grasaza. Lentamente, dio dos vueltas a la llave. Entonces, lo entendió. Los guantes. No había dejado huellas. Podía no volver jamás y nadie sabría cuáles fueron sus últimos movimientos.

14 enero 2011

La pareja

Cojeaba. Esperó que ella lo ayudara a bajarse del taxi, pero no fue así. Al salir del vehículo el sol invernal lo deslumbró. Era agradable sentirlo en la cara. El cuerpo le pesaba; una noche en urgencias cansa. Metió las manos en los bolsillos del chaquetón y la siguió. Volvía al barrio como quien vuelve de la guerra, machacado. Ella andaba dos pasos por delante, más molesta que seria. Y ahora esto, con el lío que ya tengo. Otra vez me va a tocar cargar con todo. El trabajo, la casa, los niños. No le ofreció el brazo, él tampoco hizo ademán de necesitarlo. Con el cansancio llegaban las primeras imágenes. El coche que salió de no sé sabe dónde, el frenazo, el ruido del casco en el asfalto, negro, gritos, la sirena, una voz de mujer que preguntaba, blanco, me ahogo, mi mujer, llamen a mi mujer. Nada más. Se mareó. Apoyó la mano en un edificio y respiró hondo. La vio llegar a la esquina de la calle. Se giró. Se miraron.

13 enero 2011

Floración

Se frotó el ojo y un temblor le recorrió la piel. Estaba cansada. Un té caliente le sentaría bien. Fue a la cocina. Ejecutó el ritual de forma automática, tomó la taza hirviendo y se abandonó, rendida, en el fondo del sillón. Sorbió el té a poquitos, sintiendo en la lengua la tibieza del líquido humeante. De repente, algo raro ocurrió debajo de su camiseta. Se la levantó y vio que le habían salido pezones por debajo de las tetas. Tres. Uno de ellos, a la izquierda, en el vientre, formaba una teta del mismo tamaño que las suyas. Había dos más, en la parte derecha del vientre: una a la altura de la boca del estómago y otra más abajo. Las tocó, parecían unas tetas adolescentes. Concretamente la izquierda, la más grande, pesaba, le recordaba a un testículo, aunque claramente no lo era, era una teta. Tendré que ir al médico, pensó, a ver de qué puede ser esto. Se bajó la camiseta y se quedó inmóvil. Al rato notó algo abultado que crecía bajo la ropa. Levantó de nuevo la tela y vio que sus tetas, las nuevas, habían florecido. De la izquierda, la más grande, salía una flor muy delicada, con un tallo verde fino y florecillas de color blanco y malva. De las dos de la derecha salía muérdago, de una, y hiedra, de la otra. Se bajó la camiseta y, al cabo de un rato, notó algo raro otra vez. Las flores y las plantas estaban cayendo. Las tomó entre las manos y las metió con sumo cuidado en una bolsa de plástico, abultaban mucho. Inspeccionó sus nuevos pezones y comprobó que todo se había reducido. Sólo quedaban unos puntitos en la piel. Luego, guardó la bolsa para llevarla al médico.

11 enero 2011

Decibelios

Estoy afónica y todo el mundo me habla bajito, es muy gracioso.