14 abril 2009

La alimaña

Se me cerró el estómago y no fui capaz de probar bocado. Lo vi comer. Engullir, más bien, pues eso fue lo que hizo. Parecía una alimaña. Todos los pelos del cuerpo se me erizaron, de terror. Casi no levantó la mirada del plato durante la cena, ni habló. Dije que no me gustaba la comida para justificar mi falta de apetito y me lanzó una sonrisa como un puñal. Estaba de muy buen humor y yo no daba crédito a lo que me estaba pasando.