28 enero 2009

Lucio, o la pasión de Serena

El pobre Lucio no se entera. Lo que me fascina de él es que vive en otra esfera, en otra realidad. Y vive tan tranquilo. Las cosas que hace y que dice no dejan de sorprenderme, me descolocan siempre. Me gusta recibir su amor en estado puro aunque a veces lo mataría por lo mismo. Es un ingenuo. Una de esas personas que siguen creyendo en los sentimientos sinceros y auténticos, y en la capacidad de las personas de mejorar, de evolucionar. Llevo unos cuantos años asistiendo a talleres de crecimiento personal. Una amiga insistió en que probara uno de arte-terapia, pues aseguraba que me ayudaría a trabajar ciertos aspectos inconscientes de mi personalidad que luego podría canalizar a través de mi obra y que la mejorarían. Empecé con la esperanza de que así sería, muy entusiasmada. Y sí, algo salió de todo aquello. Pero otra de las cosas que hice durante las sesiones fue observar. Observar mucho. Escuchar y mirar atentamente a los demás que estaban allí, como yo, para trabajar su sufrimiento y aquellas partes de su personalidad con las que no estaban conformes. La gente cree que tiene la capacidad de cambiar si se lo propone, pero no es así. Esa es otra falsedad que nos quieren vender los que hacen negocio con nuestras almas a través de las terapias de todo tipo. Cada persona es la que es desde que nace hasta que muere. Si nace buena, peor para ella, porque sufrirá mucho. Y si el animal está dañado, también lo tiene jodido. Aquí no se salva nadie. Yo estoy dañada, y él también. Lucio va a sufrir, si es que no está sufriendo ya. Es inevitable. No sé qué habrá visto en mí. Lo más probable es que no me haya visto, no tiene ni idea de con quien vive, como le ocurre a la mayoría de la gente. Lo que sí sé es que no me quedaré mucho tiempo con él. Nadie aguanta a nadie por mucho tiempo.

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