16 mayo 2009

Tous de imitación

Soy un bolso de Tous. Bueno, en verdad soy un bolso de Tous falso. Una imitación barata. Llevo días aquí, sobre esta sábana. A mi lado hay cinturones de Dolce & Gabbana, gafas de Chanel, bolsos Gucci, todos de la misma calaña. Desde aquí vemos poco más que pies de guiris en sandalias, algunas chancletas, los bajos de los pantalones, tacones de una horterez y altura imposibles... Ellos -los guiris- piensan que son menos falsos que nosotros, pero no es así. Se acercan, regatean, se nos llevan puestos. Compran falsedad. También nos llegan los efluvios a paella de los restaurantes que tenemos delante, donde a todas horas hordas de turistas se llenan el buche de una comida que no necesitan. Más les valdría comer menos para rebajar esas barrigas, cartucheras y papadas blancuzcas y rosadas. De vez en cuando salimos volando. Se acerca la guardia urbana o la policía portuaria. Son los leones, las gacelas salen despavoridas. La primera de la fila los ve venir de lejos, acaba con suerte la transacción con la señora de turno que no se entera de nada, recoge el saco al vuelo, se lo carga a la espalda y piernas para qué os quiero. A correr. Todo se mueve y acabamos todos mezclados, bolsos, cinturones y gafas, el lío es descomunal. Al final ya no sabemos ni cómo nos llamamos, si yo soy Gucci o tú eres Tous, qué más da. En la corrida se nos impregna el sudor del negro. Sus brazos son pura fibra, sus piernas también, ni un milímetro de grasa en la panza, la piel tersa, los ojos de lince. Este, sin duda, no es falso. En él no hay ni miedo, ni cobardía. Sólo necesidad de sobrevivir y una gran capacidad de perdón. Otro, en su lugar, ya se habría zampado los higadillos del guiri.

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