09 junio 2006

Conciencia de concha

Camino por la playa y voy buscando tesoros. Mis pies se desplazan por una arena blanca, fina y seca que cruje bajo cada pisada. Siento el calor del sol apretado en ella y también sus desniveles, es como si me estuviera dando un masaje.
Miro aquí y allá y encuentro dos conchas unidas. Cosa rara, normalmente se ven conchas sueltas; hasta resulta raro pensar que una concha antes fueran dos. Las cojo, las miro. Una de ellas tiene un pequeño agujerito redondo, perfecto para pasarle un hilo y convertirla en un colgante - esos agujeritos no son fruto de los caprichos de la naturaleza, como yo creía, sino que son resultado del arduo trabajo de un gusano que hace esa perforación para llegar al interior de la concha y comerse al bicho. Tiro de las dos conchas, las separo y me quedo con la que me gusta, la del agujerito. La otra la tiro de nuevo a la arena y sigo caminando. Y mientras voy caminando voy pensando, y pensando pienso que acabo de separar a dos piezas que seguramente habrán pasado bastante tiempo juntas, la una con la otra, unidas por una bisagra natural, cumpliendo con su función de casita de un molusco.
Tras tenerla un rato entre los dedos, medio olvidada ya, mientras busco otros tesoros entre la arena, meto la concha del agujerito en el bolsillo de mi pantalón corto.
Camino por la playa y siento algo en el bolsillo. Es ella. Grita y llora la separación de su otra mitad. Me invade su dolor de concha. Intento calmarla. Le hablo en su idioma de concha y le digo que tendrá que acostumbrarse a su nueva situación, que la vida es así, que estas cosas pasan, que lo que fue fue, que no es ni la primera ni la última, ni tampoco la única concha a la que le pasa algo así, y que ya se acostumbrará y seguirá viviendo su vida de concha. Y ella llora que te llora.
Y yo camino y camino, y mientras camino voy pensando, y pensando pienso que quizás debería volver atrás y dejarla en la arena al lado de su otra mitad, aunque ya no volverá a ser lo mismo, porque ahora ya estarán un poco separadas. Luego me digo que eso, tarde o temprano, iba a acabar pasando, que dos conchas nunca permanecen eternamente unidas y que es condición de concha acabar separada de su otra mitad. Así que en su idioma de concha, le digo que no hay nada que hacer, que no vuelvo atrás.
Camino por la playa y voy buscando tesoros, pensativa.

Brisbane, 3 de septiembre del 2003.

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