09 junio 2006

La mendiga

La mujer estaba en la misma postura, contando las mismas monedas.
La vi dos veces ese día de mayo, cómodamente sentada en el verde del parquecito de la plaza Urquinaona, con el mismo anorak de ski color burdeos, brillante y aristocrático, lleno de lamparones grasientos.
Resultaba imposible descifrar la edad en las arrugas negruzcas que surcaban la suciedad de su cara y en su gordura incomprensible.
Pero ella me gustó: parecía una niña con un tesoro entre las manos. Me gustó la avidez de su mirada y una extraña alegría en su sonrisa perdida, al contar una y otra vez sus moneditas brillantes.

Barcelona, 23 de mayo 2001.

1 comentario:

Mateu Torroja dijo...

Una cosa que sempre m'ha sobtat (i no hauria de sobtar-me, perquè és tan òbvia...): la dona vella que veiem ERA una nena (i el borratxo que s'arrrossega per terra, i també el nosaltres que veiem en el mirall). Imaginar com la miraven els seus pares quan era nena, això és el que em sobta -i no m'ho puc representar.